Alas

Una vez me llegó un pensamiento, que consistía en visitar a cierto predicador del Evangelio, ya caído. Anteriormente, le conocía como una de las más bendecidas herramientas de Dios. Hasta milagros y señales ocurrían por medio de sus oraciones mediadoras. No cayó directamente en el pecado pero, como parecía, se hizo totalmente inútil para el servicio de Dios. Nadie le podía ayudar. Durante el tiempo que él trataba de justificar con los errores de los demás su paralizado y cojeante estado, le propuse que arodillados discutiésemos esta situación con Dios. Apenas puestos de rodillas, delante de mis ojos Dios me hizo aparecer una gran y majestuosa cigüeña con las alas muy largas. Después avisté una gran mano con unas tijeras gigantes que empezaron a cortarle las alas junto con las plumas del cuello, para darle al ave una apariencia más moderna. A una corta distancia de esta cigüeña había otra, la cual abrió sus alas y tan pronto como volaba muy alto, empezó a titubear sus deliciosas costillas. Tomando ejemplo, la primera cigüeña con sus alas cortadas también intentó alzar el vuelo. Con dificultad llegó a varios metros de altura, para caer luego como un saco. Lo intentó varias veces más, hasta que agotada y herida se desplomó en el suelo. Personalmente, no entendía la relación de esta visión con nuestro encuentro. Y de repente, percibí dos brazos alzados y reconocí… a Moisés, quien en la cima de la montaña levantaba sus brazos a Dios, mientras que Josué luchaba contra Amalec y su pueblo, e Israel se hacía con la victoria. Al instante se me hizo claro que las alas representaban la vida espiritual, es decir, las oraciones. Le conté al predicador lo que había visto. No pasó ni un segundo cuando el efecto surgió. Explotó a llorar y dijo: “Ahora sé donde está mi escasez. No fue ese hermano ni aquella misión los que no cumplieron, sino que soy yo. Le permití al diablo cortarme las alas espirituales. Desde el tiempo que me convertí, Dios me puso en el corazón que cada mañana, tempranamente pasase cierto tiempo orando y me relacionase con Dios. Hasta que fuí obediente, en mi servicio Dios me bendecía, y fácilmente superaba las tentaciones. Con el paso del tiempo empecé a estar muy ocupado y cada vez acortaba más el tiempo destinado a orar. Al final, no quedaba casi nada. Mas luego llegaron otras tentaciones que -al estar sin la fuerza de la oración- me derrotaron.” Mi testimonio para este trabajador del Reino de Dios era, que le dije que Dios me guiaba de la misma forma. Él me enseñó, que cada mañana primero buscase Su presencia y tuviese con el una relación, antes de ver a cualquier persona. De hecho, a menudo sucedía que muy de noche nos acostábamos y muy temprano ya estábamos viajando. En tales casos decidí “recuperar” el tiempo perdido y la relación a lo largo del día, sin embargo siempre veía como mis buenos planes se derrumbaban. Por el camino nos encontrábamos con dificultades, perdíamos horas arreglando el coche o nos enfrentábamos a problemas que podríamos haber evitado si hubiésemos cuidado de no perder ese tiempo con Dios, tempranamente por la mañana. Por fin llegué a la conclusión de que, Dios nos ha otorgado alas, alas espirituales para elevarnos por encima de las cosas terrestres y escapar del enemigo que está al acecho sin cesar, preparado para lanzarse contra nosotros.

A veces observaba gatos cazar pajarillos. Con sigilo se acercaban, para que de un salto queden atrapados entre sus garras, pero, cómo de feliz me ponía al ver que el pajarillo echaba a volar en el último momento, y se alzaba al cielo dejando al gato aturdido abajo. De una forma parecida Dios nos ha dado tales alas, que nos permiten escapar del enemigo que está al acecho constantemente. No en vano David oraba con estas palabras “ah, si yo tuviese alas cual paloma, echaría a volar y descansaría.” / Salmo 55:6

Cierto día fuí testigo del siguiente suceso. Varios chicos intentaban cazar un pajarillo pequeño, el cual con dificultad por un ala herida volaba por el cielo. Tuvieron satisfacción al tratar de derribarlo con piedras, y lograrlo. Esto, el procedimiento por el cual lo lograron, hasta me hizo ver una fuerte imagen del diablo. El diablo trata de o cortar las alas espirituales de los hijos de Dios, o de herirlas, de tal forma que no las puedan usar, y arrebatárselas. De este modo no podemos permitirnos que nuestras alas queden fuera de su funcionamiento.

No todos los pájaros tienen la misma longitud de alas. Cada cristiano debería saber, como de largas deben de ser sus alas obtenidas de Dios. Para uno, puede ser que le sirvan de diez a quince minutos de oración fiel. Otro quizás tenga medidas dos, tres o cuatro horas. Una golondrina no sabe volar con las alas de una cigüeña ni un águila sabe volar con las alas de un gorrión. Muchos se satisfacen únicamente con las alas de una gallina. En verdad llegan con dificultad a la valla, pero entonces hacen tanto ruido, que podría pensarse que han tocado el cielo. Las alas cortadas, gracias a Dios, pueden volver a crecer. Así también le crecieron de nuevo las alas al predicador, como los pelos de Sansón bajo el cautiverio de los Filisteos.

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